Una nación también se construye desde el plato
Resumen
Venezuela era, hacia 1870, un país desarticulado física, política y económicamente sin llegar a constituir una verdadera nación. Este artículo tiene como objetivo realizar una reconstrucción histórica del proceso iniciado entonces, que devino no solo en la cohesión geográfica de la incipiente nación, sino además, en la construcción de un corpus culinario nacional. Durante la larga gestión presidencial de Antonio Guzmán Blanco (1870-1888) se produjo el primer intento sistemático de modernización nacional. Para ello se adelantaron medidas para organizar la administración pública, crear una red vial para conectar las distintas regiones, reforzar el poder central y disminuir el poder de los caudillos regionales, con el propósito de articular al país al sistema capitalista mundial. Había –además– en ese proyecto político, que fundar un nuevo mito nacional, sobre la base de los símbolos patrios que alimentan el imaginario colectivo republicano. En correspondencia con ese empeño, de manera casi paralela en el tiempo se hizo presente –en el ámbito de la gastronomía–, la construcción de un corpus culinario nacional, distinto al de las regiones del país. El mismo incluía algunas preparaciones culinarias, entre las cuales destacaba el pabellón caraqueño, más tarde llamado pabellón criollo; pero también a la hallaca, un plato tradicional, de compleja elaboración y particular connotación festiva. Ambos se han convertido en los más representativos de la cocina popular venezolana, para así reforzar el sentimiento de pertenencia nacional y servir de base de identidad cultural de sus pobladores.
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